Cientos de miles de personas continúan saliendo a las calles en diferentes ciudades turcas, para pedir que el estado turco siga siendo laico, tal y como lo fundó Mustafá Kemal, Atatürk, el creador de la Turquía moderna. Los intentos de acaparar el poder por parte del islamista AKP están haciendo reaccionar a buena parte de la sociedad turca. Hasta el ejército, lamentablemente, ha advertido sobre la actual situación política y los intentos de islamizar el estado. No podemos olvidar que el ejército ha sido durante décadas el garantes de la laicidad del Estado.
Y en este maremagun entre el islamista AKP del primer ministro Recep Tayyip Erdogan y las fuerzas laicas, Turquía se encuentra en una encrucijada. Los islamistas moderados se han hecho con el control del gobierno, del parlamento, y ahora han intentado hacerse con la jefatura del estado, al proponer a Abdulá Gül como nuevo jefe del estado. De momento, las multitudinarias manifestaciones en Estambul, Ankara, Manissa o Canakkale, entre otras ciudades, y el veto del tribunal constitucional a Abdulá Gül, han frenado de momento las tentaciones de los islamistas. De hecho, tras el veto del Constitucional, Gül ha renunciado hoy domingo a ser candidato a la presidencia de Turquía, tras no alcanzar el quórum necesario en el Parlamento turco. Gran parte de la sociedad turca ha reaccionado ante esta maniobra, ya que la presidencia turca era el único centro de poder no alcanzado todavía por los islamistas moderados, el único baluarte capaz de parar algunas de las reformas islamistas. Algunas de las reformas que no han podido salir adelante han sido las de impulsar la educación religiosa en las escuelas de clérigos musulmanes, o las de intentar que el adulterio volviese a ser delito en el código penal.
Las mujeres han sido, precisamente, las mayores impulsoras de las protestas para mantener la laicidad del estado turco. El miedo a perder parte de sus libertades, a la imposición del velo o de la sharia han sacado a las calles a cientos de miles de mujeres en toda Turquía contra el islamismo, aunque sea moderado. Y es que los islamistas del AKP, al menos la cúpula gobernante, son de ideales moderados. De hecho, han propugnado un acercamiento a la Unión Europea, han impulsado la privatización del país y la modernización de la economía. Una gran paradoja a la que los turcos deben enfrentarse.
Europa, tan reacia a la aceptación de Turquía como miembro de pleno derecho, deberá decidir que hace. Si apoya a la Turquía laica y europea, o la deja abandonada a su suerte en manos de la marabunta islamista, aunque en este caso sea moderada. Turquía es puente entre Europa y Oriente Medio. Un país dividido entre la modernidad rabiosa y europea de Estambul y la conservadora e islámica Anatolia. Europa no debe cerrar los ojos y darse la vuelta. La Unión Europea debe superar sus miedos y tener un compromiso serio y de futuro con este país. La unión debe ayudar a construir una Turquía occidentalizada, musulmana y democrática, una Turquía que los demás países islámicos tomen como ejemplo. Y qué mejor ayuda que acercar posturas con Turquía y permitir una próxima adhesión. Europa daría un ejemplo de tolerancia y democracia, al aceptar en su seno a un Estado que es laico, pero con una mayoría musulmana. Esta adhesión, sin duda, desmontaría la imagen de confrontación de oriente contra occidente.