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Gran Vía

LOS CARCAS DE ETA

LOS CARCAS DE ETA ETA reapareció para fin de año. Y volvió sembrando el terror en la T-4 del aeropuerto de Madrid-Barajas. Regresó matando, que es lo único que sabe hacer. Se cargó el alto el fuego “permanente” por la vía de la furgoneta-bomba, sin previo aviso de ruptura de la tregua. Como dice Josep Ramoneda, “ETA está tan anclada en el pasado que sigue creyendo en la utilidad política de la violencia”.

            Esta es la cuestión: el movimiento etarra se ha convertido en un tradicionalismo descontextualizado. La abertzalidad radical es ahora un movimiento tradicionalista  al estilo del carlismo decimonónico, sólo que por un camino social distinto. Al menos, en apariencia. Y los tradicionalistas sólo dialogan con sus homólogos del lado opuesto.

            Por eso ha fracasado la tregua y fracasarán todas las que vengan. ETA no quiere negociar su fin con nadie que esté dispuesto a tender puentes bajo ningún supuesto. Asesinó a Lluch, Jáuregui, Fernando Buesa y otros socialistas que, desde la firmeza democrática, pretendían caminar hacia el final del terrorismo. La única condición era que dejaran las armas. Y así no ha sido ni será. ETA es tradicionalista, quiere seguir inventándose un conflicto bélico. ETA sólo se sentará a parlamentar el día que se sienta acorralada y rendida. Y para eso no sirve el camino emprendido por los socialistas, que les arrebatan votos a los abertzales en el País Vasco.

 ETA se sentará a dialogar con un Gobierno del PP, con su más visceral enemigo político. Y es que, por volver a citar a Ramoneda, “el PP también vive instalado en el pasado”. A ETA siempre le ha merecido más ‘respeto’ la derecha pura y dura, igual de tradicionalista y anclada en el pasado, sólo que en el extremo opuesto. Ni un Gobierno de centro o socialista podrá acabar jamás con ETA. A los etarras no les gusta la modernidad sino el tradicionalismo. ETA vive al margen del mundo virtual y digital, defiende la cultura vasca pastoril y lucha contra unos Estados ficticios que han dejado de existir en España, en Francia y en cualquier punto del planeta. Pero ellos, los etarras, no se han querido enterar. El tradicionalismo, sea  etarra o de cualquier otro signo, es incapaz de promover la revolución contra todo tipo de dogmatismo, que es el único levantamiento que hoy se hace preciso. Y es incapaz porque el primer dogmatismo es el tradicionalismo, sea etarra o de ultraderecha.  

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